22/12/2015 13:28:48
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“Gobiernos y farmacéuticas frenan el acceso a medicamentos”

Malpani es director de política y análisis de la campaña de Acceso a Medicamentos de MSF

Una mañana te levantas con dolor de cabeza. Vas a la farmacia, compras un medicamento y lo tomas. Desde esta perspectiva privilegiada, en la atalaya del acceso a los fármacos, puede costar imaginar cómo, cada año, 760.000 niños en el mundo mueren de una simple diarrea que en el primer mundo se tarda pocas horas en solucionar. La polio, el sarampión, y tantas otras enfermedades infecciosas para las que existen vacunas a precio razonable del Ecuador hacia arriba, pueden ser directamente inaccesibles en los países pobres. Ni siquiera el primer mundo se libra ya de la mano invisible del mercado farmacéutico y el acceso a nuevos medicamentos de precio prohibitivo como el de la hepatitis C.

Médicos Sin Fronteras, a través de su Campaña de Acceso a los Medicamentos Esenciales en todo el mundo, mantiene abierta una vía de trabajo para incidir en este problema básico que dificulta su actividad humanitaria. Rohit Malpani, Director de Política y Análisis de la campaña, lleva años dedicando su carrera profesional al estudio de la propiedad intelectual. Doctor en Jurisprudencia y exasesor de la Organización Internacional del Trabajo y de la OMS, Malpani explica cómo la falta de acceso a los medicamentos en el mundo, lejos de ser irremediable, tiene una solución y es política.

¿Cuándo nació la campaña de acceso a los medicamentos de MSF?

Médicos Sin Fronteras (MSF) lanzó su campaña de acceso tras obtener el Premio Nobel de la Paz en 1999. Entonces empezábamos a tratar a personas con VIH y SIDA y el coste del tratamiento era superior a los 10.000 dólares por paciente al año, lo que suponía una barrera total. Nos enfrentábamos a muchas enfermedades desatendidas para las que no había tratamiento o era muy tóxico; tratábamos a muchos niños para quienes no poseíamos las versiones pediátricas de los fármacos y la mayoría de las vacunas no eran aptas para las temperaturas de las zonas donde trabajamos. La campaña se basa en la creencia de que nuestro sistema actual de investigación y desarrollo médico es fundamentalmente injusto y es un problema que vemos enraizado en el modo en que desarrollamos y vendemos los fármacos en el mundo hoy en día.
¿Qué diferencia hay entre las tres situaciones del acceso a los medicamentos: inasequibles, no disponibles, no aptos?

Las tres situaciones están estrechamente vinculadas. El sistema actual de investigación y desarrollo se basa en que la empresa que fabrica una vacuna, un medicamento o un fármaco obtiene el monopolio del producto, la patente, durante 20 años, o más, para recuperar el coste de la investigación. Los problemas de asequibilidad, de adecuación y la falta de vacunas y fármacos están todos sujetos a esa condición. Mientras las empresas necesiten recuperar su inversión elevando los precios, se fijarán precios elevados en los países en los que trabajamos, como España, y como los pacientes que solemos tratar en los países más pobres, como Sudán, no proporcionan un incentivo económico para la industria farmacéutica, simplemente se desestima el desarrollo de productos que cubran sus necesidades. Incluso cuando una enfermedad existe en el Occidente rico y también en los países en los que trabaja MSF, las empresas no desarrollan sus productos en los que son relevantes para nuestros pacientes. Esto supone que la innovación sea, si no insignificante, sí inefectiva en los ámbitos en los que trabajamos.

¿En qué punto se encuentra el panorama del acceso a medicamentos en el mundo?

Es una pregunta difícil… Aunque el debate original sobre el acceso a medicamentos estaba demasiado dirigido al coste de los fármacos para el SIDA y la falta de tratamiento para enfermedades desatendidas, ahora el problema es mucho más amplio. Por un lado, el abanico de enfermedades que nos preocupan es mucho mayor y el alcance también se ha ampliado porque se ha convertido en un problema global. La segunda diferencia es que ya no pensamos que la innovación es un problema exclusivo de las enfermedades desatendidas, hoy nos preocupamos también por la innovación para pacientes de países ricos. Uno de los mayores desafíos políticos y de salud mundial es la resistencia a los antibióticos. No solo hacemos un uso inconsciente de los fármacos, o existe una falta de acceso, sino que la industria farmacéutica está abandonando el desarrollo de antibióticos porque ya no existe un mercado lucrativo.

Esto ha hecho evolucionar el debate: cada vez más se plantea la innovación como un problema de seguridad. Como cuando el Ébola llegó a España y a EE UU o cuando la resistencia a los antibióticos se convirtió en un problema en Occidente. Por eso, las soluciones ahora giran en torno a qué garantiza que los ciudadanos de los países ricos no sufran las consecuencias sin tener que tratar el problema de forma integral y sin tener que decidir si las enfermedades desatendidas, que solo afectan a los países pobres, van a seguir quedando desatendidas.

Además de abusar de las patentes, las farmacéuticas quieren blindar ahora los datos de los ensayos clínicos

Se han producido muchas victorias específicas, pero, en general, no vemos que se estén aprendiendo lecciones más amplias a nivel estructural, ni mejoras en los enfoques sobre la propiedad intelectual para garantizar que los costes disminuyan, ni nuevos modelos de innovación. Desafortunadamente seguimos aportando las mismas soluciones de siempre, más de lo mismo, lo que va a agravar los problemas actuales, no solo para las personas que tratamos en MSF, sino también para los países que están proponiendo tales ideas.

Hablando de la propiedad intelectual, ¿siguen siendo las patentes una de las claves?

Las patentes son derechos privados de monopolio que los gobiernos de cada país permiten que las empresas obtengan durante 20 años. Actualmente se ven como la única manera de recuperar las inversiones y, además de permitir la venta del medicamento al precio que se quiera, impiden introducir productos a las empresas de genéricos, competidoras de las multinacionales. Pero los problemas actuales no son solo estos abusos: el problema ahora es la “perennización”, las patentes adicionales, una práctica habitual en todo el mundo. Cuando una empresa obtiene una patente para un producto, cinco años después solicita otra más alegando que el producto ahora tiene una potencia cinco veces mayor y es también una invención, aunque es obvio, y cualquier científico sabe, que se puede multiplicar la potencia de un producto. Con esa patente adicional, puede ampliar su monopolio otros cinco años y hay normativas para asegurar que las empresas puedan obtener tantas patentes como sea posible. Ha llegado el punto en que se están implementando nuevas normativas que permiten obtener un cierto monopolio sobre los datos de ensayos clínicos para impedir a las empresas de genéricos registrar y vender un medicamento.

En el Acuerdo de Asociación Transpacífico, recientemente concertado, uno de los temas más debatidos fue cómo se protegerían los datos de ensayos clínicos para fármacos biológicos, de forma que ningún producto biosimilar o genérico entrara en el mercado. Sin embargo, para algunos fármacos y algunas enfermedades, las multinacionales propietarias de una patente firman acuerdos de licencia con las empresas de genéricos con los que sí les permiten vender su producto en un número limitado de países. Esto supone una gran diferencia para esos países, pero significa que muchos otros siguen sin tener acceso y pagan precios muy elevados.

Aunque haya vacunas y podamos pagarlas no podemos usarlas en los países pobres porque las farmacéuticas no las prueban a la temperatura ambiente de esos países

¿Y qué ocurre ahora con India, que se ha convertido en una fábrica mundial de fármacos y registra sus propias patentes?

El caso de India es especialmente notable en este debate. En 1970, mucho antes de constituirse la Organización Mundial del Comercio, como cada gobierno podía establecer sus propias reglas, India dijo que no iba a permitir patentes de medicamentos. Esta decisión permitió el desarrollo de un sector privado enorme de empresas de productos genéricos. Hoy en día, India es “la farmacia del mundo en vías de desarrollo” y hay entre 6.000 y 7.000 empresas de genéricos que fabrican y venden casi dos tercios de los genéricos que se emplean en el mundo, en particular, la gran mayoría de los que se emplean en los países en vías de desarrollo. Más del 90% de los fármacos para el VIH y SIDA se producen hoy en día en India.

En 1995, India firmó el tratado de la Organización Mundial del Comercio, que incluía normas globales sobre la propiedad intelectual y le exigía aplicarlas, pero pidió una exención de 10 años para introducir paulatinamente estas normas. Justo durante esos 10 años estalló el SIDA y las empresas indias de genéricos, a instancia de grupos civiles, pacientes y Gobierno, empezaron a desarrollar medicamentos de bajo coste para el VIH. El precio bajó de 10.000 a 300 dólares y hoy en día hasta menos de 80 dólares. Gracias a esa simple decisión de negociación en 1995, hoy tenemos acceso inmediato a genéricos de bajo coste y se han extendido los tratamientos para el SIDA en todo el mundo, donde hoy se trata a más de 14.000.000 de personas.

Sin embargo, desde 2005, cuando terminó el plazo, India patenta los medicamentos. En los primeros cinco años concedieron unas 2.000 patentes y existe hoy la preocupación de perder el acceso a bajo coste a estos medicamentos. Además, el Gobierno indio está sufriendo ahora una enorme presión por parte del gobierno de los EE. UU. y de la industria farmacéutica de la Unión Europea, de Japón, de Corea del Sur, que le exigen que implemente aún más normativas de protección intelectual, para equipararse y tener los mismos estándares que ellos. Lo que India ha hecho muy bien desde 2005 es que han evitado introducir todas estas normativas de propiedad intelectual, e incluso han introducido varias salvaguardas para permitir la producción de genéricos lo más rápido y diligentemente posible. A nosotros, en MSF, nos preocupa actualmente que el Gobierno indio sucumba a toda esta presión, lo cual tendría un impacto terrible en MSF, puesto que compramos la mayoría de medicamentos de India y los empleamos en nuestras operaciones en más de 60 países de todo el mundo.

India es la farmacia mundial de medicamentos genéricos y Europa y EE. UU. están tratando de limitarlo

¿En qué consiste el trabajo de MSF en cuanto al acceso a los medicamentos?

Somos una organización humanitaria que y hacemos llegar medicamentos a aquellos que más lo necesitan pero también trabajamos con los problemas estructurales que impiden el acceso. En la forma en que pensamos en la innovación y el acceso a los medicamentos, nos consideramos principalmente un problema político. Las decisiones políticas que toman los gobiernos conducen a la falta de innovación destinada a personas pobres, la falta de acceso a los medicamentos en todo el mundo, e incluso posiblemente los problemas relacionados con la falta de financiación y de distribución. Por lo tanto, las personas no tienen acceso a los medicamentos principalmente por las decisiones que toman los líderes políticos y las empresas, o que no toman para evitar que ello ocurra. Queremos que las personas entiendan que hasta que reconozcamos que se trata de decisiones y no de una realidad, de un resultado esperado, y hasta que tomemos otras decisiones como personas y como gobiernos, éste seguirá siendo un problema grave en los países en los que trabajamos.

¿Qué es lo más urgente de vuestro trabajo?

A nivel médico, prestamos más atención en la actualidad al acceso a las vacunas en los países en vías de desarrollo. Además de sus altos precios, también nos preocupa que la mayoría de vacunas no son termoestables, es muy difícil conservarlas entre dos y ocho grados en situaciones de emergencia, y nos centramos en que las empresas hagan pruebas a temperaturas mucho más altas, a 40 grados, para que MSF pueda utilizarlas fuera de la cadena de frío y distribuirlas a lugares remotos. También estamos empezando tratar la hepatitis C y trabajamos con empresas y gobiernos para garantizar que estos fármacos se registran, que son asequibles y que hay genéricos de bajo coste en el mercado. La resistencia a los medicamentos, como está ocurriendo con el SIDA o con la tuberculosis supone otro gran reto.

Y respecto al brote de ébola, nos hemos centrado mucho en garantizar que una vacuna realmente efectiva, en cuyo desarrollo MSF ha colaborado, obtiene licencia, es asequible, y está disponible de forma urgente e inmediata para los pacientes que la necesitan.

También estamos muy involucrados en la cuestión del Acuerdo de la Asociación Transpacífico, cuyas disposiciones de propiedad intelectual propician el peor acuerdo comercial de la historia en términos de acceso a los medicamentos, y conducirán a precios significativamente más altos en los países que firmen el acuerdo y en otros a los que se exigirá que adopten sus estándares. También nos preocupan mucho los altos niveles de protección de propiedad intelectual que se están imponiendo en India en estos momentos y que se mantengan algunas de las estructuras internacionales existentes sobre el terreno, cuyo fin era mejorar el acceso a la atención sanitaria, como el Fondo global para el SIDA, la tuberculosis y la malaria.

Tras los casos de ébola en España o EE. UU., la innovación farmacéutica se ha convertido en una cuestión de seguridad

El panorama ideal es que los países tengan acceso a los medicamentos sin MSF, ¿no?

Sí, estoy de acuerdo. Hay tres formas de ver esto. Una es que sí, MSF es principalmente una organización humanitaria de emergencias y por definición no está pensada para ser permanente. Pero lo que vemos hoy es que realmente no es así. MSF está asistiendo a los refugiados en el Mediterráneo para tratar de garantizar que salvan sus vidas y vemos que hay un amplio abanico de países que sufren un proceso de “desdesarrollo” que exige una respuesta contundente. Incluso en estos casos de emergencias humanitarias los desafíos nunca han sido mayores que ahora. La segunda forma de pensar en ello es que la organización está cada vez más involucrada en tratamientos y asistencia sanitaria a largo plazo, ya sea en el caso de la tuberculosis resistente a los fármacos, con un tratamiento de dos años, o con el VIH y el SIDA, que es un tratamiento de por vida. Por eso la organización no puede proporcionar tratamiento a cientos de miles de personas con VIH y después simplemente decir “esperemos que esto continúe”. Los gobiernos deben asumir una gran responsabilidad, y nos preocupa que cuando los gobiernos donadores retiran su financiación, otros gobiernos deberían tomar las riendas y no lo hacen.

La tercera forma de verlo, que todavía es algo nuevo para MSF, quizás sea más específico de la campaña de acceso, consiste en la responsabilidad política y cada vez más, en la promoción y defensa. Y no es algo natural a la organización, pero ha crecido bastante porque no estamos resolviendo todos los problemas sobre el terreno y la cuestión es en qué medida los actores están respondiendo y si buscan abordar la raíz de los problemas. La campaña de acceso a los medicamentos es parte de esa respuesta y creo que en la forma en la que durante el brote del ébola hemos estado buscando respuestas que garanticen que nuestra respuesta es integral y justa con los pacientes que lo necesitan.



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