En la primera mitad del siglo XX, Europa sufrió la devastación de dos guerras mundiales, una letal epidemia de gripe y el ataque incansable del virus de la viruela. Pero, una serie de «milagros» científicos vinieron en ayuda de la salud global de los europeos y transformaron el mundo desarrollado a partir de la segunda mitad del siglo XX. A la vez que la tecnología agrícola daba un salto cualitativo y se desarrollaban nuevas medidas de higiene, Fleming, Florey y Chain implementaron la producción y utilización del primer antibiótico, un compuesto capaz de atacar a las bacterias. Junto a ellos, una poderosa maquinaria industrial e investigadora despegó y comenzó a desarrollar miles de nuevos medicamentos y vacunas.
Toda esa carrera aumentó de forma drástica la calidad y la esperanza de vida de los europeos. Pero como toda carrera, a veces ha sufrido altibajos y tropezones. El último de ellos ocurrió en torno al pasado 15 de enero en Francia, cuando seis personas que participaban en un ensayo clínico en los laboratorios Biotrial para probar la eficacia y seguridad de un medicamento tuvieron que ser ingresadas a causa de los efectos adversos. Una falleció y cinco quedaron en estado grave y con posibles secuelas.
En opinión de Juan Tamargo, catedrático de Farmacología de la Universidad Complutense de Madrid implicado en el proceso de evaluación de fármacos, el caso de Francia es un «desastre», pero también una situación excepcional: «La seguridad en los ensayos clínicos ha mejorado de forma drástica, hoy en día la legislación considera a la salud como el bien más preciado de los ciudadanos».