La farmacéutica alemana empezó como una botica en 1668. Hoy pervive en el mercado farma global con un sistema de gobernanza familiar único que cuenta incluso con una universidad y programas formativos propios para familiares.
Pocas empresas farmacéuticas tienen entre sus méritos haber sobrevivido más de tres siglos y medio. El de Merck, en ese sentido, es un caso único. Esta compañía alemana fue fundada como botica en 1668 en la ciudad de Darmstadt y, desde entonces, ha congregado a su alrededor a 319 sucesores del farmacéutico Friedrich Jacob Merck. De estos, 204 son accionistas de la multinacional.
La familia Merck retiene en la actualidad un 70,3% de la propiedad de la empresa mediante la sociedad E. Merck KG y un complejo entramado de gobernanza. La cara visible de la saga Merck hoy es Johannes Baillou, miembro de la duodécima generación y escogido presidente de la junta familiar de Merck a finales de enero de este año.
Baillou sustituye en el cargo a su primo Frank Stangenberg-Haverkamp, hijo de la pintora Heidy Stangenberg-Merck y el músico y poeta Karl Stangenberg. Stangenberg-Haverkamp es nieto de Marietta Merck, nieta de Carl Wilhelm Merck, el hijo mayor y sucesor de Heinrich Emanuel Merck, fundador de la farmacéutica como tal una vez que el negocio familiar se expandió más allá de la botica a mediados del siglo XIX. Y el actual presidente de la junta familiar, además, es heredero de la rama familiar aristócrata Von Baillou.
A día de hoy, la consejera delegada de la farmacéutica es la española Belén Garijo, la única mujer en este cargo en una empresa cotizada en el DAX alemán.